miércoles, 24 de marzo de 2010

La Florida

Podría decirse que trabajar en el centro y no conocer este sitio es casi una blasfemia, porque es tal vez la chocolatería más conocida de Bogotá, y eso desde hace bastantes años (tiene casi 75).



Claro, puede parecer una cafetería más del centro (queda sobre la séptima con 21), pero no lo es. Es todo un ícono al cual he llevado por igual a extranjeros que a locales. Y a mi parecer su fama es bien merecida, sirven el chocolate santafereño más rico que he probado y voy con regularidad. A muchos franceses y de otras latitudes, eso de echar el queso a derretir en el chocolate les parece detestable, en cambio acá eso se considera un manjar, supongo que por el diverso acercamiento que tenemos desde temprana edad al consumo del queso.

La tradición del chocolate en Bogotá es bastante antigua, prácticamente colonial y heredada de costumbres madrileñas. Buscando encontré un relato sobre un agasajo que le hacen a don Antonio Nariño el 13 de mayo de 1813 acá en Bogotá, donde el protagonista es nada menos que el chocolate, pues en la época era una práctica de clase y su preparación tenía cierto refinamiento de alta sociedad.

Dice el relato: "
Sobre las servilletas dobladas reposaban grandes platos; entre éstos había platos pequeños; y entre los pequeños había pozuelos en que hacía visos azules y dorados la espuma de un chocolate que estaba guardado en pastillas hacía ocho años, en grandes arcones de cedro. El cacao había venido desde Cúcuta, y para molerlo, se habían observado todas las reglas del arte, tan descuidadas hoy por nuestras cocineras. Se había mezclado a la masa del cacao canela aromática, y se había humedecido con vino. En seguida cada pastilla había sido envuelta en papel, para entrar en el arcón en que iba a reposar ocho años. Para hacer el chocolate no se habían olvidado tampoco las prescripciones de los sabios. El agua había hervido una vez cuando se le echaba la pastilla; y después de esto se le dejaba hervir otras dos, dejando que la pastilla se desba­ratara suavemente. El molinillo no servía para desbaratar la respetable pastilla a porrazos, como lo hacen hoy inno­bles cocineras; no, en aquella edad de oro el molinillo no servía sino para batir el chocolate después de un tercer hervor, y combinando científicamente sus generosas par­tículas, hacerle producir esa espuma que hacía visos de oro y azul, que ya no se ve sino en las casas de una que otra familia que se estima. Preparado así el chocolate, exhalaba un perfume ... ¡un perfume ... ! ¡Musa de Gre­cia, la de las ingeniosas ficciones, hazme el favor de de­cirme cómo diablos se pudiera hacer llegar a las narices de mis actuales conciudadanos el perfume de aquel chocolate colonial! ¡Esto en cuanto al olfato; pero en cuanto al sabor! ... Es de advertir que la regla usada entonces por aquellas venerables cocineras, era la de echar dos pastillas por jícara, y ninguna de aquellas sabias cocineras se equivocaba. Si los convidados eran diez, se echaban veinte pastillas. ¡Hoy ... llanto cuesta el decirlo!, |! |quis |talia fando temperet a lacrymis! Hoy... hay cocineras que echan a pastilla por barba. ¿Qué digo?, ¡hay casas en que con una pastilla despachan tres víctimas!

Pero el sabor de aquel chocolate era igual a su perfu­me; la cucharrilla de plata entraba en el blanco seno de la jícara con dificultad. No se hacían |buches de chocolate como ahora, no; ni se tomaba de prisa, ni con los ojos abiertos y el espíritu cerrado. Cada prócer de aquellos cerraba un poquillo los ojos, al poner la cucharita de plata llena de chocolate en la lengua; le paladeaba, le tragaba con majestad; y don Camilo de Torres, dijo al gran Nariño al acabar de vaciar su jícara: |digitus Dei |erat |hic.

(Tomado de: Las tres tazas. José María Vergara y Vergara 1831-1872)

Que poética la cosa...
Musa de Gre­cia, la de las ingeniosas ficciones, hazme el favor de de­cirme cómo diablos se pudiera hacer llegar a las narices de mis actuales conciudadanos el perfume de aquel chocolate colonial. Y estoy de acuerdo, el olor del chocolate en la tarde es muy tentador; y si agregamos el olor del pan recién hecho se tiene la receta perfecta para alimentar no solo el cuerpo sino un poquito al alma también.

Culmina don José María su relato diciendo que la noble costumbre del chocolate santafereño se acaba con la llegada de Bolívar y el apoyo de los ingleses, quienes introdujeron el café a nuestra revolución.

Es gracioso, yo le venía siguiendo el rastro al Motín del Té de 1773, cuando los revolucionarios americanos botan el té inglés a la bahía de Boston para protestar por los impuestos (el equivalente a nuestro Florero de Llorente) y convierten el café en el símbolo de la revolución. Entonces resulta que no heredamos el té, heredamos el café gracias a los británicos y a los gringos les pasó lo contrario, heredan el café para deshacerse del té inglés (ambos meros actos de simbología política) y el chocolate queda relegado... el odio a Napoleón y a su títere en España quien dijera, casi condena esta sabrosa costumbre.

Pero las tradiciones son tercas y el chocolate se sigue preparando hasta el día de hoy aunque así de rico como se describe probablemente no, más bien diluido pero igual, espumoso y aromático. Solo en contados lugares como La Florida o La Puerta Falsa, se hace particularmente bien.



En esta época de Festival de Teatro Iberoamericano, las funciones nocturnas en el cercano teatro Jorge Eliécer Gaitán suelen estar precedidas por una invitación a degustar tan exquisita y reconfortante bebida, pero asi no haya función, nada más rico que ir con una buena compañía y sentir caer la tarde en este emblemático (y económico) lugar.

sábado, 20 de marzo de 2010

Hamburguesa de Búfalo

Caminando por el Parque de la Vida en Barrancabermeja, se encuentra uno con algunos restaurantes que ofrecen hamburguesa de búfalo... eso no lo he visto en Bogotá; asi que tuve que darle una oportunidad.



No es la primera vez que la como en Barranca y la verdad me ha gustado, el sabor es algo más fuerte que la res y me ha parecido distinguible; el color también cambia, esta carne es mucho más oscura que la tradicional pero me pregunto si es por la preparación. Suele ser jugosa y no será el corral pero si es sabrosa.



Ya en otra oportunidad pude comer salchichas de búfalo y aún recuerdo que me gustaron mucho, pero nunca las he visto en venta. Tal vez viene una ola de productos de búfalo, parece que la idea está tomando fuerza.

jueves, 11 de marzo de 2010

San Marcos

Desde la universidad conozco esta famosa... panadería? pastelería? pastería? bueno lo que la hace famosa son sus pastas; digamos que es un restaurante de comidas rápidas donde se especializan en pasta.

Como pueden ver tiene bastantes años y no es raro que a la mención de San Marcos, gente que ronda los 60 años sepa lo mismo que la de 20... que es un lugar muy bueno para ir a comer.



Queda al frente del edificio Ugi, en la Calle 40 sobre la 13. A propósito, el Ugi es uno de los edificios más raros de Bogotá, pues fue construído de arriba hacia abajo... pero bueno, eso debe ser tema de otros blogs.

De la San Marcos me gustan tres platos especialmente: la polenta tradicional italiana que viene con un delicioso chorizo; la peperoncino, que es una exquisita pasta picante y los canelonis rellenos de ricotta (ver foto), que además traen espinaca y aunque suene poco llenador, la verdad es que siempre quedo bien. Si va con compañía aconsejo la combinación peperoncino + canelones ricotta, se balancean tan bien que parecen hechos el uno para el otro.



La tradicional visita a San Marcos suele ser: plato fuerte + pan de ajo + bebida. De bebida, hay bastante variedad como jugos, vino y gaseosa. Es tal vez de los pocos restaurantes donde pido Coca Cola, me parece que acompaña muy bien las pastas.

Las lasagnas son otro plato estrella, tal vez el más pedido, pero como que quedé anclado en los otros que ya describí, rara vez la solicito; eso si, visualmente sigue siendo muy atractiva. Ah y otro plato que he probado tal vez dos veces son los raviolis rellenos de salmón, toda una delicia apropiada para la Semana Santa.



Finalmente está el postre y como es pastelería tienen unos hojaldres muy buenos, mi favorito: el pastel gloria relleno de arequipe, casi siempre recién hecho y con la masita crocante y el arequipe abundante. Otro que pido con frecuencia es el alfajor de chocolate, único en su clase porque no lo he visto ni en Argentina, es tan bueno que rara vez hay porque se agota, asi que para propósitos de esta reseña, me decanté por el otro alfajor, que es más tradicional y que en cada mordisco me trae algunos recuerdos, no tan lejanos.

lunes, 8 de marzo de 2010

El Rodeo

Sobre la séptima, hacia la calle 12, hay un enorme Cebú de plástico que invita a entrar en uno de los restaurantes de comida rápida más grandes que conozco en el Centro: Hamburguesas del Rodeo.


Este es un sitio para comer una hamburguesa de carne sin el problema de pagar lo que piden el corral, la hamburguesería, presto o mc donalds y su calidad es acorde a lo que se paga. Lo que me gusta de este sitio es que el tradicional combo puede consistir de otros tipos, digamos más autóctonos, de acompañamiendo. Yo suelo pedirla con papitas criollas tostaditas o con yucas fritas, acompañadas de ají casero y pico de gallo.



Además, hay una gran variedad de salsas (unas 6 al menos) en cada mesa;
no las he probado todas pero cada que voy lo intento. Si bien la hamburguesa no es muy grande, queda apenas para un dia que se tenga afán y poco presupuesto (con carné de estudiante hay descuentos adicionales).



Ahora tienen lo último en tecnología para pedidos, se paga y un aparato le avisa a uno cuándo está listo el pedido, asi que en lugar de tener un contador visible, el aviso es personalizado, lo que es muy útil cuando está lleno. Vale la pena probarla.